Autora: Lucinda Riley.
Título: La hermana Luna.
Editorial: Plaza y Janés, 2018.
Páginas: 624.
SINOPSIS.
Cuando Tiggy D'Aplièse acepta trabajar en una de las zonas más recónditas de Escocia, en concreto en la enorme finca Kinnaird, nada le hace sospechar que el misterioso terrateniente, Charlie Kinnaird, está a punto de alterar su futuro e, irónicamente, revelarle su pasado. En su nuevo hogar Tiggy descubrirá que tiene un don, el sexto sentido, una herencia de sus antepasados gitanos.
Lucía Amaya-Albaycín nació en 1912 en el barrio del Sacromonte, frente a la Alhambra, y la apodaron La Candela. En su destino está escrito convertirse en una de las grandes bailarinas de la historia, y por eso su padre se la lleva a los bares de flamenco de Barcelona con solo diez años. Al estallar la Guerra Civil, Lucía y su grupo de bailaores se ven obligados a buscar refugio en Nueva York. Pero para ver cumplido su sueño Lucía tendrá que elegir entre la pasión por el baile o el hombre al que ama...
Conforme conoce sus raíces españolas y desentraña el pasado de su familia, Tiggy comienza a aceptar y a controlar su don sin saber que ella también deberá tomar una difícil decisión, no muy distinta a la que en su día afrontó Lucía.
IMPRESIÓN PERSONAL.
Hay libros que a una le aportan tranquilidad y sosiego. Eso más o menos he sentido yo con la lectura de esta nueva entrega de Las siete hermanas porque lo cierto es que la historia de Tiggy D`Aplièse y, sobre todo, su manera de ser, te aporta una paz que ella misma lleva implícita. Tiggy es quizás la hermana, la quinta ya, de la que conocemos menos o se nos ha contado menos en las anteriores entregas. Sin embargo, me ha resultado la más serena y la que lo tiene desde un principio más claro. Es zoóloga de estudios y vocación y le encantaría además ser veterinaria para poder ayudar al máximo a los animales para los que parece tener un don especial. También es vegana precisamente por ese convencimiento suyo en contra de todo lo que suponga un mal para los animales y además tiene un carácter tan sosegado y profundo que imprime esa paz en todo lo que la rodea que tenerla cerca es todo un placer. Además está convencida de que el alma o el espíritu de su padre adoptivo Pa Salt todavía no ha desaparecido de la faz de la tierra porque ella lo sigue sintiendo, algo que añade más intriga a la que ya de por sí tengo yo misma y todos los seguidores de la serie. En fin, ya queda menos para que nos sea desvelado. ¡Paciencia!
Como en las anteriores ocasiones, la autora nos va desvelando la historia de Tiggy, la quinta hermana, en su tiempo actual, y la de sus antepasados, a los que ha encontrado en nuestra Granada española, gitanos del Sacromonte que durante la Guerra tuvieron que exiliarse ante la persecución especial que de esta raza se realizó en la etapa franquista. Tenemos, por tanto, dos historias que se nos narran en paralelo, una del presente y otra del pasado, que suele ser la estructura habitual que la autora utiliza en esta serie. En este caso, me ha encantado la historia del presente, la propia historia que vive Tiggy, porque en sí misma, la protagonista me ha resultado muy cercana, muy madura y muy consciente de lo que anhela y quiere más allá de tener un futuro impreciso que ha de perfilar como el resto de sus hermanas. Por otro lado, el lugar en el que se sitúa lo que le va aconteciendo me ha resultado embriagador. Esos parajes perdidos de Escocia, con pésimas comunicaciones y aislados por la nieve son el caldo de cultivo ideal para que personas como Tiggy puedan desarrollar sus habilidades tanto con las personas que la rodean como con los animales a los que se encarga de cuidar.
Sin embargo, en esta ocasión la historia del pasado no me ha cautivado especialmente, al menos, la historia de la bailaora gitana Lucía, La Candela. Me ha gustado quizás más las vicisitudes de la vida gitana del Sacromonte y de su bisabuela, la madre de Lucía, que se sobrepone a todos los sinsabores que la vida le va dando y es capaz de resurgir de cada uno de ellos. No he conseguido ver la conexión entre Lucía y Tiggy, más allá de que si esta última bailara, a lo mejor lo haría tan bien como su abuela. Pero más allá de eso, Tiggy cuenta con un don y un carácter que en poco o nada se parece a Lucía, un personaje al que en principio he compadecido, pero con el que luego no he conseguido conectar lo más mínimo. Sin embargo, me ha encantado la relación que se establece entre Tiggy y Angelina, aunque he echado en falta una parte de la historia sobre la propia madre de Tiggy, a la que apenas se menciona, como si su vida no hubiera existido.
En fin, con todo y con eso, he de decir que me ha gustado mucho la novela. Quizás no tanto como las anteriores, pero si que me ha resultado una lectura relajante y llena de connotaciones hacia la naturaleza y los animales que a mi personalmente, y al momento en que la he leído, me ha servido de tónico contra el estrés diario. Desde luego, me sigo quedando con las ganas y la incertidumbre por seguir sabiendo que hay de verdad en la "muerte" de Pa Salt y qué ocurre con esa séptima hermana de la que no sabemos nada. Aún nos queda conocer la historia de Electra. Ya veremos si somos capaces de entenderla.
Me pasó como a tí. Es la primera de las novelas en la que me gusta más la historia del presente que la del pasado
ResponderEliminarBesos
No me he animado yo con esta saga y ya va a ser tarde con tantas entregas publicadas. Besos
ResponderEliminarVeo que en líneas generales coincidís en que esta historia flojea un poquito más. Yo aún tengo pendiente de leer la cuarta y esta. Ainssss, no llego.
ResponderEliminarBesos
Me gustó, pero me pasó lo mismo que a ti. La historia del pasado no me entusiasmo, mucho por el carácter de Lucía. Pero bueno...rompe un poco con la sintonía que tenían las protagonistas de las otras entregas.
ResponderEliminarBesitos
No me importaría leerlo más adelante...
ResponderEliminarBesotes
He leído muchas reseñas de esta saga familiar, pero no me atrae mucho la verdad. Besos
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