de Rosario Raro.
Título: Volver a Canfranc.
Autora: Rosario Raro
Editorial: Planeta, 2015
Páginas: 512.
Resumen Oficial.
Un andén, unas montañas, unos héroes y, al final, la libertad.
La historia olvidada de una estación mítica que cambió el curso de una guerra.
Marzo de 1943. Agazapados dentro de una habitación secreta, varias personas contienen la respiración mientras aguardan a que el sonido de las botas reforzadas con metal de los soldados alemanes se aleje. En la estación internacional de Canfranc, en el Pirineo, la esvástica ondea sobre la playa de vías. En medio de la oscuridad, Laurent Juste, jefe de la aduana, Jana Belerma, camarera del hotel, y el bandolero Esteve Durandarte arriesgan sus vidas para devolverles la libertad.
Volver a Canfranc es su historia. Jana y Esteve, armados tan solo con la valentía que da el amor, lucharon porque miles de ciudadanos judíos consiguieran atravesar esta estación mítica. Además de ellos, otras personas guiadas por la generosidad decidieron enfrentar el terror y ayudarlos.
Para miles de perseguidos por el régimen nazi la esperanza se llamó Canfranc.
Impresión personal.
La vía que une Canfranc y Oloron todavía esta muerta. Los vecinos a ambos lados de la frontera reivindican su apertura para 2020 y seguro que terminarán por conseguir que los trenes vuelvan a "coser" ese hueco pequeño entre España y Francia que representa el túnel de Somport.
No sé porque las vías, los trenes, las estaciones de ferrocarril nos inspiran y nos hacen sentir tantas cosas. Con frecuencia se eliminan rutas aéreas, se anulan carreteras y se cierran caminos rurales y ninguno de ellos representa tanto en nuestros corazones como las antiguas rutas de ferrocarril, los viejos trenes, esas viejas estaciones grises y lúgubres. Son lugares emblemáticos que mucha gente reivindica para que vuelvan a funcionar como antaño y algunas vuelven a hacerlo por motivos turísticos y las más quedan en el olvido, comidas por las malas hierbas. Otras han sido recuperadas como Vías Verdes o Caminos Naturales precisamente por eso, porque se las añora y se las necesita y no queremos que la modernidad ni la tecnología acabe con ellas definitivamente.
Volver a Canfranc es
un libro lleno de emoción, de personajes valientes y solidarios, de historias personales muy duras y de actos heroicos. Si a esto le sumamos que todo ocurre en una estación emblemática en medio de los Pirineos aragoneses, tenemos como resultado un cóctel perfecto que hace de esta historia casi una obligación para no olvidar. Hoy en día cuando tantas personas intentan huir de nuevo del terror de una guerra, historias como las de Canfranc nos recuerdan que aún hay gente que es capaz de sacrificar sus vidas y las de su familia por ayudar a aquellos que huyen de un horror peor.
"Sólo nos ha sido dada una vida, pero con ésta podemos salvar muchas otras. Recuérdalo."
La historia que nos cuenta esta
novela histórica mezcla de forma magistral la
historia real de lo que sucedió en Canfranc entre 1943 y 1944, con personajes reales aunque con otros nombres, y
otras historias de ficción que encajan perfectamente, como la
historia de amor entre Jana y Esteve, una historia que, aunque yo no soy nada romántica, me ha encantado y le da a toda la novela un toque de humanidad en medio del miedo y del terror, que atempera nuestro corazón y nos recuerda constantemente que, incluso en los peores momentos, aún nos queda la esperanza.
La Estación Internacional de Canfranc era
una estación peculiar con una estructura gemelar, una mitad perteneciente a Francia y la otra mitad, perfectamente igual, a España, donde quedaba una habitación oculta,
la habitación bisiesta, que servía a toda la organización de la red de la resistencia para esconder a los judíos que conseguían sacar del tren mientras el Jefe de la Aduana Francesa, Laurent Juste, cortaba la luz de toda la estación. Con ese sistema consiguieron salvar cientos de vidas judías que luego eran enviadas, ya en la parte española, en otro tren que les llevaba a Madrid y Lisboa para embarcarlos hacía América. En la novela, Rosario Raro, consigue que sientas la tensión de la huida, el miedo a toser o respirar más fuerte de lo normal y que las patrullas te escuchen en la oscuridad de las vías, las miradas en la estación y los registros del tren y
la paz cuando suena por fin el pitido que anuncia la salida del tren con el "paquete" hacia su destino, la libertad.
Además Canfranc era muchas más cosas. Era también el lugar por el que los nazis camuflaban
el oro que expoliaban con la ayuda del gobierno franquista. También era parte de una
red de espionaje en la que la literatura y los libros jugaban un papel esencial. A través del envío de libros entre Laurent Juste, el Jefe de Aduanas, y Etienne Guinart (en realidad, Robert de la Rochefoucauld, un conde francés), se pasaba información de gran relevancia a la Resistencia francesa y a Churchill en Gran Bretaña.
Volver a Canfranc tiene además del lugar y de los hechos que allí acontecen, unos
personajes (y personas reales) sin las cuales esta historia no tendría sentido. En casi todos los libros se pueden determinar perfectamente los personajes principales y secundarios. Me cuesta trabajo deciros que en esta novela hay algún eslabón menos importante que otros, por algo forman parte de una red perfectamente engrasada. Destaca, desde luego, el Jefe de la Estación Internacional,
Laurent Juste, quien exponiendo a toda su familia, se juega la vida a diario organizando con la resistencia francesa las remesas de judíos que van a llegar a la estación y además juega un papel esencial a la hora de pasar información sobre el enemigo tanto a la resistencia como a los ingleses para organizar la liberación de Francia de manos de los nazis. Laurent es un hombre que tiene todas las características necesarias para ser un gran líder, aunque la suficiente sangre fría para priorizar qué es necesario sacrificar en cada momento y a qué es necesario renunciar para que la red siga salvando al máximo de personas.
Evidentemente, en la novela destacan también
Jana Berlerna, la camarera del Hotel Internacional que hay en la estación, y
Esteve Durandarte, un bandolero que vive en plenos Pirineos, ambos miembros imprescindibles de la red en la que cada uno juega un papel esencial y que protagonizan una historia de amor preciosa porque es progresiva y nada empalagosa, llena de misterios, de giros, de encuentros y desencuentros y de sorpresa final.
El resto de personajes están perfectamente delimitados, definidos y conocemos perfectamente su papel en todo el entramado de la novela y de los hechos que ocurren en Canfranc. Unos personajes de los que te enamoras como Montlum, panadero y músico, o Dagmar y Sieglinde Guéllert, madre e hija en busca de su libertad y que protagonizan una de las historias reales de la novela; y otros a los que acabas temiendo como Gröber, el alemán sin escrúpulos y sin sentimientos o Casanarbore, el gobernador civil, un tipo repugnante que cuando aparece siempre te revuelve el estómago. Unos personajes muy reales porque realmente lo son y la autora ha hecho un buen trabajo de documentación y de investigación sobre el terreno, y los de ficción se adaptan perfectamente a los otros sin que notes diferencia entre unos y otros a lo largo de la novela.
Finalmente, no hace mucha falta que os diga que la ambientación es perfecta tanto la de la Estación como la del pueblo, sus vecinos, sus bares y el entorno de los Pirineos. Otro lugar a visitar que tengo pendiente porque esa estación me llama a gritos desde ya. Rosario escribe genial. Un lenguaje sencillo y claro, cercano y entrañable, tanto como los personajes. Eso unido a capítulos cortos en los que siempre pasa alguna cosa dependiendo del personaje que lo protagoniza, hace que te cueste trabajo dejar de leer y que sigas con el "uno más y lo dejo".
Volver a Canfranc es un libro que hay que leer. Da igual si os gusta la historia o no, aunque sólo sea porque estamos obligados a no olvidar y a reconocer a la gente que hace cosas importantes, incluso en España, ese país en el que ponemos en valor pocas veces las cosas relevantes que hacemos. Todos conocemos La lista de Schindler, ese señor alemán que también salvó la vida de más de un millar de judíos, pero pocos, con seguridad, conocíamos hasta esta novela que en la frontera franco-española de Canfranc otros heroes salvaban vidas y regalaban libertad a raudales. Es de justicia conocerlos y reconocerlos.