Título: El latido de la tierra
Autora: Luz Gabás
Editorial: Planeta, 2019.
Páginas: 448.
SINOPSIS.
Alira, heredera de la mansión y las tierras que su familia conserva desde hace generaciones, se debate entre mantenerse fiel a sus orígenes o adaptarse a los nuevos tiempos. Cuando cree encontrar la respuesta a sus dudas, una misteriosa desaparición perturba la aparente calma que reinaba en la casa, la única habitada en un pequeño pueblo abandonado. Un guiño del destino la obligará a enfrentarse a su pasado y a cuestionarse cuanto para ella había sido inmutable. A partir de ese momento comenzará a sentir algo para lo que nunca pensó estar preparada: el amor.
IMPRESIÓN PERSONAL.
He leído dos novelas de esta autora: Regreso a tu piel y Palmeras en la nieve. Las dos novelas han estado entre mis mejores novelas del año en que las leí. Por ese motivo, me he acercado con tranquilidad a esta nueva entrega de la autora, El latido de la tierra, porque Luz Gabás, con independencia de que la trama me guste más o menos, escribe muy bien y su modo de escribir embauca, te envuelve y crea unos personajes que, te caigan mejor o peor, suelen ser sólidos y contundentes, sobre todo, los femeninos.
Esta misma semana, he localizado por cuestiones laborales una noticia que rezaba que determinado Grupo Industrial era el único de más de 3000 trabajadores afincado en Extremadura. Y doy fe de ello, el único. Un gran mamotreto que aparece sin darte cuenta entre un bosque sagrado de encinas. A la vez, en la tele salía la candidata a Lendakari del País Vasco comentando que esa Comunidad tenía un problema con los desechos del mayor número de industrias que existen en España. Y también es cierto, con independencia de desechos y vertederos mal administrados, el País Vasco tiene más industrias por metro cuadrado que cualquier otra comunidad autónoma. Traigo a colación este tema porque precisamente esta nueva novela de Luz Gabás tiene entre su trama más relevante lo que se ha dado en llamar España vaciada, como si esto hoy en dia fuera algo nuevo y no viniéramos "vaciando" España desde los años 50-60 del siglo pasado en las que un dictador decidió que las industrias se montaban en Cataluña, Madrid y País Vasco y en Extremadura y Andalucía pasando por Castilla La mancha y León nos dedicábamos a "cuidar del monte y criar pajaritos" para los turistas. ¡De aquellos barros, estos lodos!
La novela de Luz Gabás nos sitúa en un pueblo llamado Aquelare, un pueblo del norte en el que la gente vivía de la agricultura y la ganadería en aquellos años de los 60 y que fue expropiado en aras del "progreso" que nunca llegó y que se quedó completamente abandonado salvo por la tenacidad y la convicción de una única familia, la de Alira, empeñada en mantener la herencia de sus ancestros, de aquello que habían conseguido mantener generación tras generación, pero que en una sociedad como la actual ya no puede pervivir sin modificar su modo de vida habitual. Y eso es lo que hace Alira, quien con la intención de no abandonar su casa de siempre, la de sus padres, la de sus abuelos, la reconvierte en alojamiento rural y hospeda en ella a sus mejores amigos, los de la infancia, a pesar de su madre y de sus hermanos. Un cambio que la cambiará también a ella, que la hace replantearse lo que la herencia, en especie y en educación, le ha hecho asumir como renuncia a esa posibilidad de ser feliz quizás de otra manera, como una losa que ha determinado su vida hasta el momento y que la ha llenado de obligaciones de "guarda y custodia" de algo a lo que a lo mejor le hubiera venido mejor renunciar y huir.
En este pueblo abandonado ocurrirán dos cuestiones simultaneas. Por un lado, ella misma descubre en su bodega un cadáver tan malogrado que es imposible identificar hasta casi el final de la novela precipitando así la investigación policial que seguimos desde un principio, conociendo a cada personaje en el pasado y como todos interactúan cuando eran una pandilla de amigos sólida. Por otro lado, al pueblo de Aquelare llegan nuevos pobladores, esos que hoy en día se llaman neo-rurales, que comienzan a vivir en una especie de comuna, con la intención de hacer de ese pueblo abandonado su nuevo hogar, un retorno desde el bullicio y el ritmo de vida urbano, a una vida llena de trabajo pero de un mayor grado de sosiego y coherencia para sus vidas y las de sus hijos. Alira, como una especie de guardiana del pasado se enfrentará, sobre todo, a sí misma, a sus convicciones que no son tan suyas y más de quienes la preceden en el tiempo. Hechos que darán un giro a su vida, a su manera de pensar y de creer en todo aquello que ha idolatrado hasta el momento, a renunciar a lo que creía para toparse de lleno con la felicidad y bienvenida sea esta, a recomenzar y a decidir por si misma.
Me ha gustado mucho esta novela y la forma en que está escrita, al puro estilo de Luz Gabás, elegante, sencilla y con unos personajes difíciles de olvidar, unos personajes capaces de transmitirte todo lo que están viviendo, lo que piensan y por qué lo piensan, con su lógica aunque no la compartas. Y, cómo no, me ha encantado la crítica social. Me identifico con ella. Vivo en una Comunidad Autónoma en la que los pueblos van perdiendo población cada año, en la que muchos pueblos solo están habitados ya por personas mayores y donde cada vez es más difícil que se abran escuelas porque van faltando los niños que las llenen. Sin duda, os la recomiendo.
Esta misma semana, he localizado por cuestiones laborales una noticia que rezaba que determinado Grupo Industrial era el único de más de 3000 trabajadores afincado en Extremadura. Y doy fe de ello, el único. Un gran mamotreto que aparece sin darte cuenta entre un bosque sagrado de encinas. A la vez, en la tele salía la candidata a Lendakari del País Vasco comentando que esa Comunidad tenía un problema con los desechos del mayor número de industrias que existen en España. Y también es cierto, con independencia de desechos y vertederos mal administrados, el País Vasco tiene más industrias por metro cuadrado que cualquier otra comunidad autónoma. Traigo a colación este tema porque precisamente esta nueva novela de Luz Gabás tiene entre su trama más relevante lo que se ha dado en llamar España vaciada, como si esto hoy en dia fuera algo nuevo y no viniéramos "vaciando" España desde los años 50-60 del siglo pasado en las que un dictador decidió que las industrias se montaban en Cataluña, Madrid y País Vasco y en Extremadura y Andalucía pasando por Castilla La mancha y León nos dedicábamos a "cuidar del monte y criar pajaritos" para los turistas. ¡De aquellos barros, estos lodos!
La novela de Luz Gabás nos sitúa en un pueblo llamado Aquelare, un pueblo del norte en el que la gente vivía de la agricultura y la ganadería en aquellos años de los 60 y que fue expropiado en aras del "progreso" que nunca llegó y que se quedó completamente abandonado salvo por la tenacidad y la convicción de una única familia, la de Alira, empeñada en mantener la herencia de sus ancestros, de aquello que habían conseguido mantener generación tras generación, pero que en una sociedad como la actual ya no puede pervivir sin modificar su modo de vida habitual. Y eso es lo que hace Alira, quien con la intención de no abandonar su casa de siempre, la de sus padres, la de sus abuelos, la reconvierte en alojamiento rural y hospeda en ella a sus mejores amigos, los de la infancia, a pesar de su madre y de sus hermanos. Un cambio que la cambiará también a ella, que la hace replantearse lo que la herencia, en especie y en educación, le ha hecho asumir como renuncia a esa posibilidad de ser feliz quizás de otra manera, como una losa que ha determinado su vida hasta el momento y que la ha llenado de obligaciones de "guarda y custodia" de algo a lo que a lo mejor le hubiera venido mejor renunciar y huir.
En este pueblo abandonado ocurrirán dos cuestiones simultaneas. Por un lado, ella misma descubre en su bodega un cadáver tan malogrado que es imposible identificar hasta casi el final de la novela precipitando así la investigación policial que seguimos desde un principio, conociendo a cada personaje en el pasado y como todos interactúan cuando eran una pandilla de amigos sólida. Por otro lado, al pueblo de Aquelare llegan nuevos pobladores, esos que hoy en día se llaman neo-rurales, que comienzan a vivir en una especie de comuna, con la intención de hacer de ese pueblo abandonado su nuevo hogar, un retorno desde el bullicio y el ritmo de vida urbano, a una vida llena de trabajo pero de un mayor grado de sosiego y coherencia para sus vidas y las de sus hijos. Alira, como una especie de guardiana del pasado se enfrentará, sobre todo, a sí misma, a sus convicciones que no son tan suyas y más de quienes la preceden en el tiempo. Hechos que darán un giro a su vida, a su manera de pensar y de creer en todo aquello que ha idolatrado hasta el momento, a renunciar a lo que creía para toparse de lleno con la felicidad y bienvenida sea esta, a recomenzar y a decidir por si misma.
Me ha gustado mucho esta novela y la forma en que está escrita, al puro estilo de Luz Gabás, elegante, sencilla y con unos personajes difíciles de olvidar, unos personajes capaces de transmitirte todo lo que están viviendo, lo que piensan y por qué lo piensan, con su lógica aunque no la compartas. Y, cómo no, me ha encantado la crítica social. Me identifico con ella. Vivo en una Comunidad Autónoma en la que los pueblos van perdiendo población cada año, en la que muchos pueblos solo están habitados ya por personas mayores y donde cada vez es más difícil que se abran escuelas porque van faltando los niños que las llenen. Sin duda, os la recomiendo.