Título: Un amor
Autor: Alejandro Palomas
Editorial: Destino, 2018
Páginas: 464
SINOPSIS.
En el reducido universo familiar de Amalia y sus tres hijos, Silvia, Emma y Fer, el engranaje se mueve al ritmo desacompasado de las emociones. Es una familia típica, y sobre todo, muy real. Un cosmos cocido al fuego lento de varias entregas que han atado a miles de lectores. Pero llega un día cumbre en sus vidas. Emma se va a casar y todos se sumergen en las tareas y los remolinos de organizar la mejor boda. La noche previa a la ceremonia, una llamada rompe la armonía familiar. Silvia, Emma, Fer y otros parientes se conjuran para poder celebrar a la vez el aniversario de Amalia, que coincide inevitablemente con la fecha de la boda. 24 horas de acelerón emocional que pondrán a prueba a todos y cada uno y al mismo engranaje familiar.
Un nuevo ejercicio de virtuosismo emocional. Una literatura que llega por el plexo y se inocua directamente a los sentimientos. Alejandro Palomas extiende su ya variada paleta de colores para dotar a sus personajes de los matices, sesgos y rasgos que los acercan a los lectores y éstos los reconocemos como a propios en sus particulares universos familiares.
IMPRESIÓN PERSONAL.
Tenía este libro desde el año pasado en la estantería, dedicado por el autor, que nos visito en la Feria del Libro de Badajoz y con el que pude pasar unos valiosos y divertidos minutos. Todavía vivía Rulfo y comentamos como se siente uno cuando pierde a un compañero al que te unen tantos momentos felices y que te quiere tanto como un perro. Alejandro hoy, como yo y tantos otros que amamos a estos leales amigos, lo sabemos bien.
He leído este libro con el corazón encogido. A veces se me hacía pequeño, tan pequeño que los latidos se ralentizaban para permitirme no romper a llorar de golpe de pura pena, de puro sentimiento y de pura nostalgia y, en otras ocasiones, el corazón se hacía presente con latidos potentes y me salían unas carcajadas anónimas que incrementaban, sin duda, esa gran admiración y ese gran cariño que siempre sentiré ya por Amalia. No la conozco pero es tan mía como lo fue y lo sigue siendo mi madre, otra "payasa" de la vida que solo sabía hacer feliz a todo el que la rodeaba a pesar de guardar muchas veces en su interior, un dolor propio o una preocupación que ninguno (y somos muchos en mi casa) eramos capaces de vislumbrar. Amalia es un refugio donde siempre hay fuego para calentarte en los momentos de más frío, un puerto seguro al que acudir cuando la tempestad te supone un riesgo o la calma te amenaza con arrebatarte lo poco que pueda quedarte. Ella lo llena todo poniéndote delante toda una serie de frases desconcertantes llenas de una lógica aplastante, su lógica, de tal modo que te abre otras puertas que tu ni siquiera habías visto y que te ofrecen salidas que no querías encontrar. Amalia siempre te salva y muchas veces lo hace a costa de ella misma porque los suyos son siempre lo primero. Nada, ni siquiera ella misma, se pone por delante de los suyos.
Y, claro, con una Amalia en tu vida (o una Emilia) una siempre se anda preguntando ¿qué hacer cuando ya no esté? Y yo me lo pregunté también en su día: ¿qué vamos a hacer ahora? Y pasan como han pasado más de veinte años y cada día es un milagro que se repite, pero también un día en el que te sigues sintiendo sola desde que no está, aunque estés rodeada de quienes te quieren. Es un instante, un momento fugaz ante el espejo en el que te reconoces añorando contarle, preguntarle y que el espejo te devuelve con tu sonrisa, una sonrisa que se parece a la suya.
Como veis parece que no hay más personas (¿personajes?) en este libro que me hayan llamado la atención. Y sí que las hay, como en todas las familias, pero Amalia es como mi madre, centra toda mi atención, mi cariño y todos mis sentimientos mientras leo . Lo siento pero en esto soy bastante sectaria. Silvia, Emma y Fer, y en esta ocasión hasta Rulfo, me resultan simples aderezos. Necesarios claro, pero aderezos al fin y al cabo con los que en más de una ocasión me identifico, sobre todo, con Fer, el narrador, pero en otras me pasan totalmente desapercibidos porque Amalia lo llena todo.
No cuento más de este libro o de Amalia. No merece la pena. Supongo que a cada persona le provocará sentimientos diferentes, incluso, nulos, pero he intentado explicaros los que me produce a mi. Deberíamos poder tener una Amalia en nuestras vidas. Creo que seriamos más felices más tiempo.
He leído este libro con el corazón encogido. A veces se me hacía pequeño, tan pequeño que los latidos se ralentizaban para permitirme no romper a llorar de golpe de pura pena, de puro sentimiento y de pura nostalgia y, en otras ocasiones, el corazón se hacía presente con latidos potentes y me salían unas carcajadas anónimas que incrementaban, sin duda, esa gran admiración y ese gran cariño que siempre sentiré ya por Amalia. No la conozco pero es tan mía como lo fue y lo sigue siendo mi madre, otra "payasa" de la vida que solo sabía hacer feliz a todo el que la rodeaba a pesar de guardar muchas veces en su interior, un dolor propio o una preocupación que ninguno (y somos muchos en mi casa) eramos capaces de vislumbrar. Amalia es un refugio donde siempre hay fuego para calentarte en los momentos de más frío, un puerto seguro al que acudir cuando la tempestad te supone un riesgo o la calma te amenaza con arrebatarte lo poco que pueda quedarte. Ella lo llena todo poniéndote delante toda una serie de frases desconcertantes llenas de una lógica aplastante, su lógica, de tal modo que te abre otras puertas que tu ni siquiera habías visto y que te ofrecen salidas que no querías encontrar. Amalia siempre te salva y muchas veces lo hace a costa de ella misma porque los suyos son siempre lo primero. Nada, ni siquiera ella misma, se pone por delante de los suyos.
Y, claro, con una Amalia en tu vida (o una Emilia) una siempre se anda preguntando ¿qué hacer cuando ya no esté? Y yo me lo pregunté también en su día: ¿qué vamos a hacer ahora? Y pasan como han pasado más de veinte años y cada día es un milagro que se repite, pero también un día en el que te sigues sintiendo sola desde que no está, aunque estés rodeada de quienes te quieren. Es un instante, un momento fugaz ante el espejo en el que te reconoces añorando contarle, preguntarle y que el espejo te devuelve con tu sonrisa, una sonrisa que se parece a la suya.
Como veis parece que no hay más personas (¿personajes?) en este libro que me hayan llamado la atención. Y sí que las hay, como en todas las familias, pero Amalia es como mi madre, centra toda mi atención, mi cariño y todos mis sentimientos mientras leo . Lo siento pero en esto soy bastante sectaria. Silvia, Emma y Fer, y en esta ocasión hasta Rulfo, me resultan simples aderezos. Necesarios claro, pero aderezos al fin y al cabo con los que en más de una ocasión me identifico, sobre todo, con Fer, el narrador, pero en otras me pasan totalmente desapercibidos porque Amalia lo llena todo.
No cuento más de este libro o de Amalia. No merece la pena. Supongo que a cada persona le provocará sentimientos diferentes, incluso, nulos, pero he intentado explicaros los que me produce a mi. Deberíamos poder tener una Amalia en nuestras vidas. Creo que seriamos más felices más tiempo.