JULIA NAVARRO.
"Hay momentos en la vida en los que la única manera de salvarse a uno mismo es muriendo o matando." Mohamed Ziad.
“Nunca más. No, nunca más los judios permitiremos que nos
persigan, que nos maten, que nos torturen, que nos traten como si no fuéramos
humanos. Nunca más seremos súbditos de nadie, ni temblaremos pensando que nos
pueden expulsar de nuestras casas, de nuestros pueblos. No, nunca más sucederá,
porque tendremos nuestra propia patria, por pequeña que sea, y todos los judíos
del mundo sabrán que tienen un lugar donde nacer, vivir y morir. No vamos a
permitir más pogromos ni más holocaustos. Se acabó para siempre”. Louis de la Huerta de la Esperanza.
RESUMEN.
Es la apasionante historia de dos familias que persiguen sus sueños y luchan por sobreponerse a su propio destino. Una intensa y emocionada crónica de una saga familiar que ahonda la condición humana al tiempo que propone una conmovedora reivindicación de que por encima de las patrias están las personas. Julia Navarro propone una ambiciosa novela de personajes, donde sus vidas se entrelazan con momentos clave de la historia. Varsovia, San Petersburgo, Jerusalén, París... son algunos de los escenarios de esta novela que, desde su enigmático título hasta su sorprendente final, esconde más de un misterio, mucha aventura y emociones a flor de piel.
Hay momentos en la vida en los que la única manera de salvarse uno mismo es muriendo o matando. Marian Miller, cooperante de una ONG, debe realizar un informe sobre los asentamientos ilegales de los judíos en territorio palestino. Para ello pretende recoger las versiones de ambos lados, una decisión que la llevará a citarse en Jerusalén con Ezequiel Zucker, un anciano que tiene, como tantas personas, muchas cosas que contar e, incluso, algún secreto que ocultar... Así, como si se tratara de un enorme puzzle en el que encajar muchas y complejas piezas, el viejo Ezequiel le irá relatando la historia de su familia, mientras ella le ofrecerá la versión árabe de la misma historia.
IMPRESIÓN.
La verdad es que desde que se publicó este libro tenía pensado leerlo pero sus 900 páginas me echaban un poco para atrás cada vez que iba a comenzar una nueva lectura. Lo mismo me pasó cuando acometí la lectura de Dime quien soy de esta misma autora. No obstante, decidí acometer esta cantidad de páginas después de escuchar a la autora en una entrevista muy distendida en el programa La Ventana con Carles Francino donde entró en la materia histórica del problema palestino-israelí y aquello me "picó" la curiosidad.
Empezando por esta parte histórica, la novela me ha encantado. Yo personalmente desconocía totalmente esta parte de la historia que dibuja nítidamente el surgimiento del problema palestino-israelí. Miles de veces he escuchado en las noticias este tema de actualidad pero lo cierto es que no tenía ni idea de como se había gestado el problema y de donde procedía. Creo que en este sentido, aparte de informar al lector del forma amena y clara de esta parte de la historia en que se sitúa el libro, la autora se ha documentado de manera exhaustiva para ello y entrelaza de forma inteligente las dos visiones, las historias de los dos lados de manera neutral y desde un punto de vista, no sólo de la situación política de cada momento, sino, sobre todo, de la vivencias y sentimientos de los protagonistas de ambos bandos de tal forma que acabas sintiéndote tan árabe como israelí dependiendo de si está contando la historia Marian (de la parte de la familia Ziad) o Ezequiel (de la parte de la familia Zucker). Esta parte además me ha llevado a leer en paralelo varios artículos sobre la historia de esos momentos para profundizar más en este asunto que como todos sabemos llega hasta nuestros días aún sin solución.
Precisamente, por contarnos las raíces y el surgimiento de este problema entre pueblos, la novela se desarrolla en distintos escenarios muy bien descritos en su momento como Varsovía, San Petersburgo en la época de los zares y la etapa posterior de la revolución, Paris en diferentes momentos históricos, Jerusalen ciudad en eterno litigio y otros enclaves en diversos países en función del papel que algunos personajes juegan en la II Guerra Mundial.
Pero, realmente la novela es una novela de personajes, de la historia de dos sagas familares, la de la familia árabe palestina de los Ziad y la de la familia judía de los Zucker acompañados cada uno de ellos de sus respectivos personajes secundarios, en especial, los que comparten sus vidas en la Huerta de la Esperanza. Son muchos personajes, diría incluso que demasiados de tal forma que a veces he perdido un poco en la memoria la relación que tenían con los personajes principales, sobre todo, aquellos que se relacionan más con la historia política de cada momento, que con las vidas de ambas familias.
Por un lado, tenemos la familia Ziad cuya saga comienza con Ahmed y Dina, un matrimonio árabe palestino y termina con Wädi Ziad que es quien está contando su historia a través de Marian Miller. Representan la versión árabe de lo que acontece en la novela; una familia entrañable, con costumbres y ritos puramente árabes en su fórmula más humana que a pesar de la diferencias religiosas y de vida que mantienen con sus vecinos judíos de la Huerta de la Esperanza, consiguen tener con ellos una relación pura de hermandad y de respeto por lo diferente convencidos durante al menos dos generaciones, que la convivencia es posible entre ambos pueblos dentro de un mismo territorio, un territorio que ellos consideran suyo a pesar de no tener la propiedad real del mismo por formar parte éste del Imperio Otomano. En esta familia destacan las figuras de Ahmed y Dina, Mohamed y Salma, Aya y Yusuf y, finalmente, Wädi Ziad, contemporáneo y amigo de Ezequiel Zucker, el personaje que cuenta la historia desde la parte judía.
Por otro lado, la familia Zucker, una familia judía que procede de la Rusia zarista con alguna raíz francesa que durante generaciones ha venido sufriendo la persecución histórica que en el mundo, en general, han tenido los judíos hasta que Samuel Zucker decide volver a la tierra que su padre Isaac consideraba como el verdadero hogar de los judíos, Palestina, en aquel tiempo en posesión de un imperio otomano "descafeinado". Esa misma idea, es la que tienen miles de judíos que huyen de la Rusia de los pogromos y que, poco a poco, van comprando tierras en la Palestina turca convirtiéndose en una amenaza demográfica para los árabes palestinos que allí han nacido. Las vivencias de la familia Zucker con Samuel a la cabeza es doble; por un lado, están sus raíces rusas que Samuel nunca abandona a través de su relación con sus amigos Konstantin y Katia, a los que unirá su trágico final junto a su hija Dalida; y, por otro, sus raíces francesas que le hacen mantener la propiedad de sus abuelos y su relación con Marie, Irina y Mjail. Unas raíces del pasado que acabarán pesando más que las que le unen a la Huerta de la Esperanza donde dejará a su mujer Miriam y su hijo Ezequiel. Tanto Samuel como más tarde Ezequiel son dos idealistas que como, en su día Ahmed, piensan que la convivencia es posible entre ambas culturas y entre ambos pueblos, precisamente porque la relación de las dos familias es inmejorable y porque, a pesar de situaciones harto difíciles y dolorosas, consiguen superar manteniendo sus lazos de amistad hasta que la propia situación les obliga a tomar parte en cada uno de los bandos.
Ya he dicho al principio que la novela me ha gustado mucho, me ha enganchado de tal forma que sus 900 páginas se me han hecho cortas, pero el final inesperado de la novela no me ha gustado. Seguramente no estaba preparada para ese final y seguro que a otras personas les encanta precisamente por ello; pero a mi personalmente me ha sorprendido tanto que me ha dejado mal sabor de boca y de hecho lo releí varias veces para superar la sorpresa. No es que sea malo ese final, simplemente que el desarrollo de la novela no te prepara para el mismo.
Por lo demás, es una de esas novelas que seguro que volveré a releer para empaparme de nuevo de estos personajes/personas a las que eché mucho de menos nada más terminar de leer la novela.